II
Refugio de Muerte…
Cuando
estaba caminando al local detrás de aquél sujeto, estábamos pendientes que
ningún zombie nos siguiera en ese momento, mientras notaba como las 2 mujeres
estaban tapizando el frente de la tienda con ropa y la pegaban con cinta
adhesiva por el lado interno del mismo.
Entramos
y el hombre cerró la puerta con seguro, una de las mujeres comenzó a empapar la
ropa de la entrada con cloro, mientras la otra por debajo de la puerta dejaba
correr agua colorada, que me parecía contenía algún desinfectante con un fuerte
olor…
Pensé
que podría funcionar, tal vez por un tiempo, si esas cosas seguían el olor de
los vivos no nos sentirían tan fácil y rápido. Eso nos daría unos minutos u
horas para ver qué haríamos, aparte que tenía que agradecerles por ayudarme ahí
afuera eliminando a las tres criaturas.
Paradójicamente,
el dueño del local me dijo que cuando el zombie del policía se levantó, los
otros dos que estaban en la entrada se distrajeron conmigo, y el agradecía a
Dios por ponerme en el camino. Me dijo que era muy bueno de mi parte haberme
detenido a intentar de tomar el arma del policía para ayudarlos, aunque no
tenía armas.
Él
no sabía que en realidad tenía pensado tomar el arma he irme, y tampoco tenía
intención de decírselo en aquel momento. El había dado por hecho que yo quería
ayudarlos con el arma y eso le dio valor de salir y ayudarme cuando estuve en
apuros con el arma sin balas.
Me
explicó que esa tienda era de él, y las mujeres eran su esposa, su hija y su
nieto, que como todas las mañanas habían ido a la misma caminando, el caos se
lo encontraron cuando llegaron ya al boulevard, cuando se iban a devolver a sus
hogares tenían un grupo de zombies a sus espaldas y gente corriendo.
Sí
le había parecido extraño escuchar tantos disparos en las calles, pero como
esta zona de caracas se había hecho tan insegura empezaron a caminar rápido
para llegar al local, al principio creían que había algún enfrentamiento entre
bandas, o algo así y veían a la gente corriendo en todas direcciones.
No
fue sino llegando al local que vieron a algunos muertos levantarse, y
comprendieron que no eran bandas o algo así, sino que estaban ocurriendo cosas
mucho más grandes.
Una
de las cosas que me pidieron casi instantáneamente, fue que me desnudara en la
parte de atrás, y el señor me examinaría para ver que no estuviera de verdad
mordido. No tuve inconvenientes con eso, en la puerta podíamos ver las sombras
pasar y seguíamos escuchando los disparos.
Cuando
me volví a colocar la ropa, el dueño buscó la caja de medicamentos y primeros
auxilios del local y me dio un antiinflamatorio muscular, me dijo que su hija y
su esposa eran medio torpes y se caían mucho por lo que siempre tenía que tener
uno cerca, a lo que todos nos echamos a reír.
Pero
nuestras risas fueron apagadas por un golpe en la puerta, nos callamos,
volteamos a ver, un segundo golpe, se veía una sombra contra la luz matutina. Y
luego la sombra continuó su camino.
Volvimos
a respirar, no nos habíamos dado cuenta que todos estábamos conteniendo la
respiración en ese instante, hasta que el suspiro fue grupal. El niño tendría
unos 7 u 8 años de edad.
El
señor Bras, que así se llamaba, sacó unas bolsas de galletas y chucherías que
tenía en la parte de atrás de la tienda, no era lo mejor que podíamos comer,
pero al menos era alimento para callar mi estomago.
Su
esposa Rosa, y su hija Luz María estaban distrayendo al niño lo mas alejado de
la entrada que podían. Bras y yo conversábamos y nos conocíamos un poco más,
sabíamos que tal vez podríamos estar ahí un día, máximo dos, pero no podíamos
permanecer demasiado tiempo en ese local.
La
corriente de la zona había sido cortada, según nos parecía, porque no
funcionaba el pequeño televisor que tenía ni las luces ni nada. Él quería ir al
este, a la comisaría de Chacao donde los policías habían dicho por megáfono que
montarían un puesto de avanzada de defensa. Yo intentaba de explicarle como
estaba ese camino, y como esos mismos policías habían caído apenas a una cuadra
de donde nos encontrábamos.
Le
expliqué que tendríamos que intentar de ir hacía la zona de Plaza Venezuela,
ahí estaríamos en los límites exteriores de la Universidad Central
de Venezuela donde también se encontraba el Hospital Universitario, le
explicaba que en cuanto saliera la guardia nacional a las calles a detener esta
peste, plaga, enfermedad, profecía, maldición o lo que fuera, los hospitales y
parques son los primeros lugares a verificar.
Los
hospitales para poder atender a los heridos, verificar el virus y/o buscar soluciones,
los parques por ser buenas zonas de fácil acceso y salida donde replegar tropas
y organizarse. En la zona de Plaza Venezuela teníamos todo eso cerca, por lo
que se convertía en un punto de suma importancia estratégica militar,
tendríamos que conseguir una buena defensa en ese lugar.
Él
no quería arriesgarse a salir con todo el caos que aún estaba en las calles y
como escuchábamos todos los alborotos. Teníamos el mostrador y las pocas cosas
que podían medio bloquear la puerta colocados en la entrada, y cada cierta
cantidad de horas esparcían un poco más de cloro y de desinfectante.
Escuchamos
policías, gritos de personas, disparos y demás. Las líneas telefónicas no
estaban funcionando, o estaban congestionadas o estaban caídas. En la radio del
celular solo estaba funcionando unas pocas emisoras, todas informaban a las
personas que no salieran de sus casas, aún no se sabía con exactitud que estaba
pasando, pero muchas personas en las calles estaban atacando sin motivo alguno,
comiéndose los unos a los otros.
En
muchas zonas de Caracas les habían reportado fallas eléctricas y explosiones en
apartamentos, gasolineras, vehículos, choques con las autopistas trancadas… En
total, quien intentara de salir en aquél momento si lograba ver la televisión o
escuchar la radio estaría loco…
Aún
así existían los locos. Las llamadas a la radio comenzaron a llegar informando
de grupos vandálicos que estaban saqueando supermercados, tiendas deportivas,
de ropa, electrodomésticos y demás.
Para
el final de la tarde también hablaban de saqueos y ataques parecidos en el
interior del país. Las autoridades militares ya se encontraban en las calles,
pero solicitaban a las personas que no salieran de sus casas. Se había
declarado la ley marcial.
Todo
se estaba yendo al infierno en apenas 1 día y ya habíamos caído en ley marcial
en la ciudad capital. Durante la noche las explosiones, disparos, grupos y
tropas trotando frente al local fueron fácilmente escuchados.
Sin
embargo no nos atrevíamos a salir, si ya había salido la guardia solo sería
cuestión de tiempo de que tomaran el control, y empezaran a llevar a las
personas a refugios o a revisar los locales y edificios de las zonas en busca
de personas no infectadas.
Entre
el Señor Bras y yo hicimos guardia esa noche… Cada uno durmió por lo menos 4
horas, el hizo la primera guardia despierto. Yo me levanté con la alarma de mi
celular para la segunda, y lo encontré dormido, con una sombra junto a la
puerta, golpeando suavemente y rasguñando el vidrio.
Me
le acerqué suavemente a Bras, y cuando se despertó asustado le tome la mano y
le hice una seña de silencio, cuando se calmó escuchó el suave golpe a la
puerta de la misma sombra que yo había visto.
Se
levantó lentamente, retrocedimos y tomé el desinfectante. Me volví a acercar a
la puerta y dejé caer suavemente desinfectante por la ropa del suelo y que
corriera un poco a la parte de afuera…
La
sombra dejo de golpear por un momento. Si hubiera podido verle el rostro
hubiera podido jurar que estaba olfateando. Luego de un par de minutos se
retiró del lugar y nosotros pudimos sentarnos tranquilos.
Bras
se disculpaba por quedarse dormido, yo le decía que no había problemas, que
descansara, el tuvo un arduo camino y un duro día con su familia completa que
era lo más importante en aquel momento.
No
quería encariñarme demasiado con ellos, después de todo no eran mi familia,
pero estando solo no podría sobrevivir tan fácilmente. Mientras mas manos
útiles tuviera sería mejor, aunque sentía que estaba ganando más manos para
cuidar, que manos que pudieran defender.
Coloqué
de nuevo la radio de mi celular, en las emisoras que estaban transmitiendo,
tenían una grabadora puesta, informaban con la voz de un hombre al parecer
mayor, o por lo menos con mucha fuerza y potencia en la voz, que se había
declarado el estado de emergencia nacional y la ley marcial.
La
guardia nacional estaría a cargo de las calles, la comida y las necesidades
básicas las cubrirían ellos lo antes posible, Las personas debían colocar
sabanas blancas en sus ventanas si tenían personas que no estuvieran
infectadas, y de colores si alguna había sido infectada, alcanzada o si
sospechaban que pudieron infectarse por otro medio diferente al contacto
físico.
No
decían nada de las personas que estuvieran en locales, u oficinas. Nosotros no
queríamos abrir la puerta, y el Sr. Bras estaba demasiado nervioso como para
hacer movimientos bruscos que pudieran atraer la atención no deseada de las
criaturas del exterior.
El
segundo día dentro del local, no pasó muy diferente al primero. Recuerdo que
las peores cosas que sentimos y escuchamos eran principalmente los disparos y
los comandos retrocediendo mientras disparaban. Nosotros nos cubríamos y
refugiábamos en el local como podíamos rezando porque las balas no destruyeran
la entrada y nos quedáramos indefensos y con la necesidad de salir sí o sí de
aquél lugar.
Sin
embargo en la tarde, cuando el niño Miguelito, (se llamaba Miguel pero todos lo
llamaban Miguelito), se comió la última galleta que tenían y se quejaba del
hambre, también nos dimos cuenta que el botellón de agua se había agotado, y no
podríamos estar ahí demasiado tiempo.
El
señor Bras tomo valor y convenció a su familia que tendríamos que salir, aunque
no le gustaba la idea cuando aún la situación seguía siendo tan caótica por lo
poco que conocíamos del exterior del local.
Por
lo menos aceptó mi idea de retirarnos al centro, hacia Plaza Venezuela, pues el
último grupo armado que habíamos escuchado retrocedía en esa dirección. Lo
mejor sería salir en la noche, en el amparo de la oscuridad podríamos tener
mayor posibilidad de ocultarnos visualmente, para mí sería una ventaja, tal vez
para él no…
Lo
principal que pensaba es que en caso de que atraparan a uno de nosotros tenía
que ser inmediatamente eliminado, le dije que si yo era mordido y tenía
posibilidad de matarme antes de irse que lo hiciera, pero el no quería el mismo
trato con su familia.
El
quería que si alguno era mordido o atacado se le dejara vivir hasta su último
respiro, y luego se le matara, yo sabía que si eso pasaba, y por su
comportamiento, el no permitiría que igual tocaran a su familia y eso sería
seguramente su perdición.
Entonces
decidimos salir al caer la noche, armados con palos de escobas que convertimos
en estacas y otras en lanzas, junto con 2 bates que tenía en la tienda para que
su nieto jugara, yo con una pistola 9mm sin balas y con la intensión de llegar
a Plaza Venezuela de una sola carrera.
Caminando
en un día normal antes de todo este Apocalipsis, uno podía tardarse unos 30
minutos máximo si no se detenía a ver las tiendas, y eso suponiendo que ibas
caminando lento, pero este no sería el caso.
Nos
preparamos tras la puerta, medio quitamos unos laterales de la ropa en
diferentes lugares de la entrada para poder ver como estaba las cosas en los
alrededores antes de salir…
La
calle parecía como si hubiera llovido, había partes de cuerpos desperdigadas
por el suelo, brazos, corazones, intestinos… Nos dimos cuenta que el liquido de
las calles no era de lluvia, sino la sangre que corría y se encontraba
estancada placidamente en el suelo de todos los que habían pasado por el lugar…
El
señor Bras decidió vendarle los ojos a Miguelito, pues no quería que viera esos
horrores. Desde mi punto de vista otro error más, pues un niño ciego no podrá
correr en caso de que les pase algo a ellos, pero había aprendido que en las
decisiones de ellos como familia no debía involucrarme… Y de muy mala manera.
Abrimos
la puerta, he inmediatamente tuve mi primer susto, de un lado de la puerta,
recostado donde no pudimos verlo, un zombie se encontraba tumbado en el suelo
sin la parte inferior del cuerpo, arrastrándose sobre su torso, usando la
fuerza de sus manos y brazos, y al abrir la puerta lo primero que hizo fue
tomar la pierna del señor Bras que le quedó más cerca que la mía.
Inmediatamente
le clavamos, mas por reflejo que por sincronización, los primeros palos de
escoba en el cráneo, escuchando el romper de los huesos, el aplastar de la
carne, como si un pedazo de carne molida se te cayera al suelo cuando cocinabas,
y un sonido gutural de la garganta de la criatura con su último aliento.
Nos
miramos la cara, y el se apartó para vomitar… Yo pensé que ya me había
insensibilizado de todo aquello, pues pude contener las ganas de vomitar, Luz
se había devuelto corriendo al interior del local, con el niño, la señora Rosa
se puso a llorar a un lado de la puerta y yo tuve que jalar para adentro al Sr.
Bras de nuevo y cerrar la puerta antes de que más zombies nos rodearan por ese
primer paso tan desastroso…
Cerré
de nuevo la puerta tras de mí, y les pedí silencio, pero estaban muertas del
pánico, temblando, llorando. El niño se veía que se había hecho encima, a pesar
de no haber visto nada por tener los ojos vendados, los gritos de su mamá lo
hicieron asustarse por completo…
Yo
me acerqué a ayudarlos, y Bras se puso agresivo conmigo, me culpaba que el agua
y las galletas se acabaran un día antes de lo que podían haber durado para el
niño, me insultaba y me reclamaba…
Yo
solo podía retroceder, no quería problemas y menos cuando me habían ayudado,
tal vez tuviera razón pero un día más de comida, o de agua no hubiera hecho
mayor diferencia, algún día tendrían que salir de ese lugar, por las buenas o
por las malas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se permite lenguaje Obseno, vulgar, o en agresión del autor, u otros usuarios. Dichos comentarios serán eliminados cuando sean observados por el Autor.
Recuerda que esto no es un celular, así que eres libre de escribir completo y en perfecto castellano para no tener que descifrar "groglificos egpcios, aramo antiguo" ni cosas estrañas...