Necesitaba regresar a la civilización, allá
donde estos cuentos de Muertos que Caminan son imposibles, donde las
enfermedades son tratadas por expertos médicos y buscan su cura, donde las
pesadillas solo eran eso, pesadillas de una mala noche de sueño.
Levantó la mirada de nuevo... Escuchó a
algunas personas hablando en ese idioma cantante que tienen en esta parte del
mundo, no podía comprenderlo puesto que parecía que todos hablaban al mismo
tiempo.
El niño estaba dormido, los padres de los
niños también… La nenita en cambio se había encogido de pies y manos apretando
con mucha mas fuerza su muñeca y llorando para sus adentros.
Un fuerte olor a mierda le llegaba de algún
puesto cercano, no estaba seguro si había sido el niño a su lado que estaba
enfermo, o de algún pasajero que no cerrara la puerta del baño luego de salir
del mismo en una emergencia estomacal.
Pudo ver a su amante – azafata caminando por
el pasillo de venida. Parecía un poco preocupada en su rostro, la miró directo
a los ojos intentando de reconocer si quería decirle algo con la mirada, sus
acciones o si realmente venía a hablar con él. Si una situación de rehenes se
había presentado en la nave no quería que la vieran hablando con él
directamente, pero aún así ella se acercó hasta donde él estaba ignorando a
otros pasajeros…
Se inclinó, permitiéndole ver el suave escote
de su ropa, pero su voz inmediatamente le despertó una alarma en algún punto de
su subconsciente, provocando que su mirada se levantara automáticamente a su
rostro y sus labios carnosos que aún podía sentir explorar sobre su propia piel…
- El
capitán te quiere ver. Te habías quedado dormido así que no quise despertarte…
Parecías incomodo pero mas bien me imaginé que estarías muerto del cansancio
para poder dormir en medio de este horrible olor. – Le regalaba una hermosa sonrisa mientras le mostraba otro vaso nuevo
de Whisky ya que el anterior se lo había quitado cuando lo vio dormido por
seguridad. - El capitán dice que se siente muy cansado así que prefiere
verte de una vez y luego lanzarse un descanso de un par de horas para retomar
energías, no quiere preocuparte más de lo necesario, porque sabe lo del vuelo
secuestrado de hace unos días…
Ella se levantó sin esperar respuesta de él,
y empezó a atender a los pasajeros que estaban frente a Ronald. Mientras él
pensaba en las palabras del Capitán. “El
sabe lo del vuelo secuestrado de hace unos días…”
¿Que tan literal eran aquellas palabras? No
estaba del todo seguro, pero tal vez podría averiguarlo de primera mano…
Se levantó de su asiento, con mucha flojera y
sintiendo el cuerpo algo pesado del sueño del que acababa de despertar. Había
dormido unas buenas horas. Ya tenían la mitad del vuelo adelantado. Introdujo
la lapto en el bolso de tela debajo de su asiento, donde debería de estar el
salvavidas que había sacado para meter el equipo y que más nadie lo tomara si
tenía que levantarse de su asiento.
Cuando pasó por detrás de su amante –
azafata, por su mente pasó el recuerdo de haberla tenido en esa posición
inclinada, a la orilla de aquella cama, en aquel oscuro pero delicioso hotel de
Shangai. Ella gritaba salvajemente pidiendo más, mientras tomaba con fuerza las
sabanas, ambos sudados, y el muy cerca de terminar, casi podía sentirla de
nuevo así, puesto que aún estaba un poco meditabundo y adormilado con pesadez
en los ojos…
Su mente regresó al avión, cuando lo alcanzó
de nuevo el olor a pudrición y mierda que había en el aire. Ella estaba
moviendo al señor del asiento diagonal a él. Era una persona mayor, al parecer
estaba dormido, y se había hecho encima…
No quiso imaginarse lo incomodo de aquél
momento y que no podía haber peor momento para recordar un instante tan divino
como aquella noche en el hotel, por lo que continuó con sus pasos.
Sus sentidos se estaban despertando y
poniendo en alerta, sabía que si en verdad había una situación de rehenes, (que
no parecía para nada una situación así dada la tranquilidad de la azafata), no
podía cargar con él el arma al momento de encontrarse con los secuestradores.
Puesto que lo revisarían mientras ideaba un plan para poder ayudar a todos y
sería peor luego. Y también que tendría que quitarse aquella pesadez antes de
llegar a la cabina
Entre los pasajeros de clase económica donde
se encontraba, había muchos pasajeros durmiendo, pálidos, caídos de lado en sus
asientos como si se hubieran desmayado más que se hubieran dormido.
Por un momento la imagen cambió drásticamente
en su mente, podía imaginarse a todas esas personas levantándose de golpe, con
las mandíbulas abiertas, hambrientos de carne humana, como en aquellas
películas viejas de George Romero, “Los muertos caminan” o algo así, como en
sus últimas pesadillas…
Pero su mente regresó al momento, pensando
que no era posible. Aunque muchos detalles de su investigación aún no estaban
completos y eran imposibles de explicar, a menos que esa idea no fuera tan
loca, pero sus superiores lo tildarían así y lo sacarían del programa y la
investigación más rápido que inmediatamente.
Tal vez ya se hubieran enterado de esas ideas
y por eso lo habían mandado de vacaciones tan repentinamente, con la única
orden de “Salir inmediatamente del país Asiático he ir a cualquier lugar del
mundo donde se sintiera confortable y en paz para descansar.”
No sabía porqué esas ordenes habían llegado
tan repentinamente, y menos a mitad de una investigación. También le había
llegado una carta de sus padres que le habían enviado a la agencia donde le
decían que querían aprovechar una nueva luna de miel en Paris, como siempre lo
habían soñado desde que eran jóvenes… Y la embajada no había dudado en
conseguirle el pasaje inmediatamente a Paris cuando les preguntó si podían
hacerlo.
A la embajada también le habían ordenado a
retirarse paulatinamente, en silencio sin levantar sospechas para evitar un
cerco completo o que el país Chino investigara algo. Tal vez ya sepan algo más,
o consiguieran alguna otra información con alguien más en otra misión.
Pasaba por la primera clase del avión para
dirigirse a la cabina del piloto. Aquí no llegó a observar el rostro de ningún
asiático. No sabía si sorprenderse de ese hecho, o parecerle normal, ya que no había
hecho ese viaje en otros momentos como para corroborar los temores que tenía.
La primera clase estaba llena de personas de
distintas nacionalidades. Tal vez Franceses, Alemanes, Americanos, Latinos,
Españoles… Pero no pudo ver a ningún asiático entre los asientos en la vista
fugas que tuvo.
Si pudo observar que varias personas parecían
tener la misma tos o gripe que el capitán había parecido mostrar con el
malestar por radio. Pensó si tal vez no sería más contagioso de lo que
esperaba, y si debería regresarse a buscar el tapabocas que tenía en su bolso
de mano sobre su asiento.
Decidió continuar, ya se lo pondría cuando
regresara a su puesto, prefería llegar directo hasta la cabina del piloto y
hablar con el Capitán. Quitarse de la cabeza aquella idea de que los
secuestradores tenían el avión y lo estaban esperando para noquearlo o dejarlo
incapacitado.
Notaba en la mirada de las demás azafatas que
atendían la primera clase, que volteaban a verlo con cierto miedo en los ojos.
No sabía como explicarlo, como expresarlo o como hacerles sentir que las
comprendía, y que se estaba preparando para lo peor que pudiera ocurrir en esa
cabina. Eso no ayudo en nada a sus propios nervios.
Al llegar frente a la puerta que lo separaba
de la cabina de pilotos, se puso nervioso, no sabía si continuar sin avisar y
entrar directo, si esperar a que alguien entrara o saliera y hacerse el
aludido, o tocar y esperar que le abrieran la puerta…
En todo caso había decidido entrar mejor sin
avisar, directo. Si lo estaban esperando no importaba que opción tomara, tenía
que estar preparado para ser abarcado directamente por hombres con armas o
bombas en la cabina y preparando todo para otra masacre en el aire…
Cuando comenzó a abrir la puerta un olor a
sangre lo invadió automáticamente, se detuvo con la puerta entreabierta, era
inconfundible ese olor, le recordó inmediatamente una de las cabañas que había
visto en el interior del país Chino, con todos en su interior muertos de unas
pocas horas y su sangre aún chorreando de sus cuerpos, donde los culpables lo
habían eludido por apenas minutos a su llegada. Y que eran en parte las
causales de sus pesadillas del último día.
Sacó esas imágenes de su mente, necesitaba
estar aquí y ahora, no en un pueblo perdido en las selvas Chinas donde
cultivaban los alimentos del país. Pudo ver por la pequeña rendija al copiloto
manejando tranquilamente en el asiento derecho, no parecía sobresaltado, sabía
que el segundo hombre debía de estar a la derecha de la puerta, y el capitán en
el asiento izquierdo.
Una mano comenzó a posarse sobre su hombro
derecho desde su espalda, a pesar del suave tacto de la mano, no pudo evitar
sobresaltarse, giró bruscamente alarmado. Todo le decía que había caído en una
trampa y maldecía para sus adentros por no haber llevado el arma y dispararle
directo a la cara al secuestrador que le tomaba el hombro.
Cuando se volteaba, pudo ver el rostro de la azafata
de cabellos dorados que habían llamado en un principio desde la cabina, con una
bandeja sostenida en una mano con algunas toallas y una jarra de agua.
Al mismo tiempo escuchó la puerta de la
cabina terminarse de abrir a su espalda, nuevamente se volteó con los ojos muy
abiertos, esperando sentir el frío de algún cañón de pistola tocando su frente
mientras lo amenazaban con matar si decía una palabra, o peor aún a otra
criatura con la boca abierta lista para lanzarse encima de él como en la
pesadilla de hace un momento…
En cambio solo pudo ver el uniforme del
Teniente que acompañaba al Capitán y al Sub-Capitán de vuelo, con su insignia
dorada en el pecho, y aquellas hermosas alas doradas que lo identificaban como
un piloto, que le recordaron las alas doradas de su padre…
Su piel se había puesto pálida, sudaba frío,
las manos se le congelaron y empezó a tener pena ante la situación que estaba
viendo que se llevaba en aquél momento…
- ¿Se
encuentra bien? – Escucho de una dulce
voz suave a su espalda proveniente de la azafata que cargaba con la bandeja
donde estaban las toallas y la jarra de agua. – Está pálido, por favor no
me diga que también pescó esa gripe como muchos de nuestros pasajeros…
El Teniente en la cabina realizó un ligero
movimiento de la cabeza asintiendo mientras lo miraba a los ojos, como
diciendo: “Dale hombre, todo está bien relájate y contéstale a la señorita” así
que se volteó para verla de frente y a los hermosos ojos verdes en los que no
había caído en cuenta hasta ese momento…
- Estoy
bien gracias, solo me sentí mareado por un momento con el movimiento del avión
mientras avanzaba a la cabina, pero ya estoy mucho mejor…
Tomó con sus manos la bandeja plateada para
ayudarla, y se dio la vuelta para ingresar en la cabina.
- Cuando
pude ver que la puerta se medio abrió – Comentaba
el Teniente. – No estaba seguro si era que Verónica la había dejado abierta
o si era usted que lo estábamos esperando, por eso me levanté y la abrí así.
Disculpe si lo asusté por un momento señor…
- Deadborn…
Ronald Deadborn… Y solo vengo para ver como está el Capitán. Es un viejo amigo
y me preocupó cuando lo escuché toser así en el comunicador…
Pasó por un lado, no comprendía de donde
había venido el olor a sangre, la azafata le había indicado que dejara la
bandeja en una mesita que estaba a un lado de la cabina, donde al parecer ella
servía los cafés y las bebidas de los pilotos.
Se acercó al puesto del Capitán, con algo de
nervios aún, pero ya se le estaban pasando ante aquella situación. Escuchó que
lo llamó por su nombre directamente, haciéndole señas para que se acercara
mientras miraba a su copiloto y terminaban de apretar unos botones en el panel
de control.
El Capitán se quitó los audífonos, y pudo
escuchar al copiloto que hablaba por radio informando que ya se había trazado
curso, todos los controles estaban estables y correctos y el autopiloto había
sido activado para el cambio entre el Capitán y el Teniente.
Aquel capitán era una persona con unos pocos
kilos de más, pero aún así esos kilos estaban bien distribuidos en puros
músculos, su barba tenía algo extraño en ese momento, sabía que tenía algo que
no había tenido cuando lo vio al subirse al avión, pero no lograba notar que era lo
diferente…
Se estaba quitando los cinturones de
seguridad, y al levantarse para voltearse, Ronald comprendió de donde venía el
olor a sangre de la habitación. El frente de su uniforme blanco había quedado
manchado y oscuro con lo que parecía ser su propia sangre. Y había algo más...
algo que al igual que su barba no lograba captar por la impresión de la sangre…
La azafata detrás de él ya humedecía un
pañuelo para pasárselo al capitán mientras este hablaba con Ronald…
-
Tranquilo Ronald… Se que posiblemente muchos pasajeros se pusieron algo
nerviosos cuando me escucharon maldecir… Es algo que se me pasó cuando noté que
de la tos había salido un chorro de sangre que me manchó el uniforme. – Tomaba una de las toallas húmedas y se
limpiaba la boca y la barba, notó como la toalla también se ponía oscura al
igual que su uniforme, y su barba volvía a hacerse blanca y canosa… Comprendió
lo que le veía diferente… - Esta mierda me embarró todo… Tengo otro
uniforme pero me lo pondré cuando aterricemos para no asustar a los pasajeros.
Aunque cuando comenzó el vuelo fue fuerte, hace un momento me volvió el acceso
de tos y aunque no me guste voy a entregar el mando a estos hombres que conocen
a la perfección como volar este avión hasta su destino.
Ronald no sabía que decir, pero su mirada
tuvo que delatarlo, puesto que el capitán tomo un gel antibacterial,
limpiándose las manos y continuó conversando…
- Puedes
Regresar a tu asiento tranquilo amigo. Pero te quiero dar un regalo… - En ese momento se acercó a una especie de
gaveta pequeña que había donde pudo ver que habían algunas cosas que
posiblemente eran de él. – Esto es un regalo de despedida… Se que viajas
mucho, y yo creo que me retiro dentro de poco, un recuerdo de todas las horas
que hemos pasado juntos en los vuelos y que compartimos en tantos bares del
mundo…
Ronald no comprendía sus palabras… A ese capitán
apenas lo había visto por primera vez en ese viaje, y acababa de mentir diciendo
que era un amigo para no levantar sospechas del teniente y el sub-capitán que
estaban ayudándolo en el vuelo, pero ante la situación prefirió seguir la
corriente. Le estrechó la mano y sintió como puso en su mano un objeto metálico
y un sobre pequeño…
- El
sobre no lo abras hasta que llegues a casa con tu mujer y tu hijo… Es un regalo
para ellos… El resto es tuyo… - Le soltó
la mano y se movió hacia la silla lateral donde se encontraba anteriormente el
Teniente. – Bueno ahora si quiero descansar un poco… - Volteó a ver con mirada de complicidad a Ronald… - Esta gripe me
está matando y no quiero despertarme con mucha hambre después…
Ronald solo asintió, creía que el capitán
tenía la misma corazonada que él en cuanto a los hechos, había comprendido la situación,
no quería alertar a los demás en la cabina, pero parecía saber algo del vuelo
secuestrado hace unos días… Ronald no estaba seguro como tenía esa información,
pero si estaba seguro que la había obtenido y lo sabía…
Se despidió de los presentes y decidió irse a
su puesto sin buscar levantar sospechas. Caminó tranquilamente y ya con una
media sonrisa en el rostro. Las azafatas lo vieron y parecían respirar un poco
más tranquilas al verlo caminar tan despreocupado.
El observaba cuantos pasajeros se encontraban
con aquella extraña gripe, intentó de contarlos mientras caminaba a su clase
económica, ¿podía ver unos 20 o 25 tal vez?... ¿Qué pasaba con los dormidos?...
¿Cuántos de ellos estaban realmente dormidos del cansancio o del vuelo, y
cuantos por la enfermedad?...
Creía que podrían estar llevando esta
enfermedad a Francia. Ya había visto algunos casos en China, pero no los había
visto en Shangai sino en el interior donde la gente estaba desapareciendo y los
pueblos se estaban quedando vacíos…
Los había visto en las cercanías de los
campos donde los cuerpos decapitados se encontraban sobre la hierba y las
plantaciones, donde las cabezas se exhibían quemadas en piras funerarias, donde
los cuerpos después de mutilados y decapitados habían sido dejados al aire
libre para ser comido por los animales salvajes, tigres, leones, zorros,
animales carroñeros…
¿Qué otra explicación podía haber para las
mordeduras, las tripas en el aire, la falta de partes del cuerpo en todos los
muertos que se encontraban…? Aparte claro del tráfico de órganos, encontró
muchos cuerpos que les faltaban los corazones, hígados, los ojos…
Recordó las clases de historia, cuando las
fuerzas aliadas encontraban las fosas con cientos de cuerpos de judíos
asesinados. Pero todos eran asesinados con disparos en la cabeza. No eran
mutilados, no les cortaban las cabezas para quemarlas aparte, ni habían
mostrado tanta brutalidad contra sus victimas…
Al pasar a la clase económica, pudo sentir
que el olor a mierda era demasiado fuerte ahora, en comparación a cuando se
fue. O tal vez fuera el respirar aire limpio que le hizo percatarse de lo
fuerte que era el olor en aquel momento…
Ya habían pasado más de la mitad del viaje, tal
vez faltarían unas 3 horas o 2 , pero sabía que en el avión pasaba algo extraño
y estaba alerta… Ya no era tanto por un posible secuestro terrorista, sus
miedos y pesadillas por su investigación estaban en un punto alto. Estaba casi
seguro de haber atado todos los cabos sueltos, y que realmente los muertos “se
levantaban” para comerse a los vivos… Solo faltaba ver a uno que realmente lo
hiciera, aunque esperaba que no fuera en el avión, y que tampoco fuera en otra
pesadilla donde siempre terminaba muerto.
La clase económica se había transformado en
un mar de personas dormidas o desmayadas. Era más fácil contar cuantas personas
se encontraban en alerta y asustadas por la situación de los demás que contar
cuantos de ellos estaban dormidos o desmayados.
Pudo sentir como el olor a mierda y pudrición
se había apoderado de toda la sección del inmenso avión. Había una persona que
parecía estar convulsionando, los pasajeros estaban muy nerviosos, los que aún
estaban despiertos.
Ronald decidió pasar rápido a su asiento y
sacar el equipo y el arma a un lugar más accesible, pero debía hacerlo con
cuidado sin que más nadie notara el arma para no terminar de despertar el
pánico.
La persona mayor que estaba atendiendo la
azafata cuando se fue, se encontraba recostado o dormido, con la cabeza apoyada
en la mesa del asiento de enfrente y la cara hacia el interior que no le fue
posible ver a Ronald. El niño a su lado se encontraba encogido también sobre su
propio cuerpo y sus piernas, como en posición fetal en su asiento.
Ronald se sentó, sacó su lapto y sin
levantarlo desde la parte inferior del asiento más de lo necesario, sacó el
arma 9 mm
que cargaba en la misma, y se lo colocó en un sujetador que tenía en el
tobillo. De esta manera podría alcanzarlo con más facilidad que ponerse a
sacarlo del equipo en un momento de emergencia. Sentía que estaba por explotar
algo grande, pero rezaba porque su corazonada se equivocara por completo y el
avión regresara con normalidad hasta el aeropuerto de París.
Al sentarse de nuevo en el asiento de manera
correcta, revisó con más calma lo que el capitán le había entregado en sus
manos sin que nadie más lo pudiera ver en la cabina. Notó que el objeto
metálico que le había entregado eran las alas de los pilotos…
Su mente regresó por un momento a la cabina,
y notó que eso era lo que su mente había tomado como extraño en su uniforme, no
cargaba las alas puestas en ese momento, faltaban las hermosas alas doradas
como siempre se las veía a su padre llevando con mucho orgullo en su pecho.
Él sabía que un piloto no se separa tan fácil
de sus alas, son su orgullo, su emblema y su mayor sentido de grandeza ante las
personas que lo ven y lo identifican como piloto con aquellas hermosas alas
doradas… Eso solo podía significar que el capitán le tenía demasiado aprecio,
cosa que dudaba enormemente, o realmente pensaba en que este sería su último
viaje.
Lo otro que le entregó era un sobre cerrado,
dentro del mismo consiguió una hermosa carta, parecía en cierta manera una oda
a la vida y la muerte, pero poco a poco se oscurecía la historia y terminaba
por ser una confesión de cómo había asesinado a su esposa he hijos en Shangai,
dejando sus cuerpos quemándose en un basurero de un oscuro callejón, antes de
buscar partir, y siempre dando a entender que todo fue por el bien de su propia
familia y para evitarles convertir en “esas malditas cosas”…
En ese punto Ronald pensaba que ya el Capitán
había tenido un encuentro con los “Demonios destructores de pueblos”,
posiblemente lo suficientemente cercano para quedar infectado con lo que sea
que ocurría.
Su carta tenía al final una frase que puso a
Ronald a pensar por un rato. Parecía hasta cierto punto un acertijo, o un poema
de la aviación…
Vuela
con los Ángeles, que tus hermosas alas doradas te lleven por cielos seguros, y
guarda siempre en su interior tú espíritu y tú conciencia, manteniéndolo puro
para que el infierno no pueda quitarte la belleza de la verdad.
No estaba seguro que fuera un escrito propio
del capitán, o si sería un poema de la aviación, pero no recordaba haberlo
escuchado o leído en alguna carta de su padre. Pero le había llamado la
atención.
Por un momento sintió que sus sentimientos le
jugaban una mala pasada, las lágrimas se habían aglomerado ante los detalles de
aquella carta - confesión, que pasó sin inconvenientes por la aduana ya que al
empezar a leerla parecía un poema y de seguro no siguieron leyéndola.
Roland escuchó como la gente empezaba a
alborotarse con más fuerza en la primera clase. No quería tener que levantarse
sin estar seguro que lo necesitaran, volteó la mirada buscando a su hermosa
amante entre las azafatas que atendían a las personas, el olor era muy
penetrante y se le hacía difícil concentrarse en algo.
Tomó las alas doradas del capitán, a su mente
le vinieron recuerdos de momentos que tuvo con su padre, un viaje donde le
permitió estar casi todo el vuelo en la cabina de piloto. Aquellas horas que
pasaron en la cabina de mando, con el avión en la pista inmóvil, siempre
simulando que volaban y le explicaba los procesos de despegue y aterrizaje, y
recordaba siempre sus palabras porque parecían unas clases, pero con la
diversión de hacerlas con tu propio padre…
- ¿Recuerdas el proceso de despegue? – Le
comentaba su padre mientras estaban ya en los asientos – Avisas a torre pidiendo permiso, verificas que te coloquen en la vía
con la grúa ya que al ser un avión muy grande no puede hacerlo solo, verificas
alerones, viento, velocidad necesaria, confirmas los controles aunque eso lo
hará tu copiloto, informas que estas listo para despegar a la torre, aceleras y
buscas las nubes cuando ya estés muy rápido…
- Sería
muy divertido estar aquí mientras lo haces de verdad papá… - Le contestaba
el en su recuerdo de su infancia… - Ver
como se pierde el suelo, las nubes aparecen frente a ti he imaginar que podrás
subir tan alto que saldrás al espacio…
- Ja
ja ja… Si hijo, puede parecerlo pero también debes tener cuidado con ir
demasiado alto o demasiado bajo…- Le respondía su padre mientras le seguía
explicando los procesos muy superficialmente. – Luego mientras te mantienes en el aire debes estar pendiente de la
altitud, presión, las nubes, lo que te informen desde tierra, y siempre por
sobre todo, confiar en tu corazón y tu ángel guardián…
- ¿Un
ángel guardián papá?... ¿has visto alguna vez a tu propio ángel guardián?
- Lo
estoy viendo en este momento, y cuando no lo puedo ver en persona lo llevo
dentro de mis alas de ángel…
- ¿Lo
estas viendo? – Sus ojos se habían iluminado y abierto de par en par… - ¿Donde está, quiero verlo…?
Su
padre había sacado un espejo y se lo puso enfrente… EL niño se estaba viendo,
pero en el reflejo buscaba a ver si tenía al ángel detrás de él o a su lado que
no lo podía ver por si mismo, pero no encontró nada…
- No
lo veo papá… ¿Es que acaso no me quiere dejar que lo vea?
- No
cariño… - Le contestó con una voz suave… - Tú eres mi propio ángel guardián, y cuando no te tengo aquí conmigo
como ahorita, te llevo aquí… - Señalo con su mano izquierda su pecho, sobre
su corazón donde estaban las alas doradas de piloto que tanto le gustaban de su
papá. – Y siempre te tendré aquí conmigo
sin importar lo que ocurra…
Deadborn
regresó de sus recuerdos con las alas del capitán en sus manos… El poema, las
palabras de su padre… se puso a revisar un poco más aquellas alas doradas de
piloto para verificar una sospecha que tenía…
En la parte posterior de aquél emblema
encontró unas siglas inscritas, pensó que posiblemente serían las iniciales del
capitán. Y observó que tenía una pequeña ranura donde podría entrar la punta de
una aguja o un clip.
Se levantó de su asiento, y buscó en su bolso
un clip o algo que pudiera servirle. Se volvió a sentar sin sujetarse el
cinturón de seguridad, y abrió el emblema por la parte de atrás. Pudo ver que
el mismo era hueco, y se podría meter en el mismo un objeto pequeño, se imaginó
que cada capitán colocaría lo que considerara más sagrado y su fuente de fe.
Pero en el del capitán había una pequeña
memoria Micro-SD con capacidad de 16Gb. Un lugar sumamente inteligente para
sacar dispositivos con información en caso de ser necesario. Buscó su celular,
ingresó la memoria y lo conectó a la lapto en modo USB para poder acceder a la
memoria. Le había dicho que era para su familia, aunque se imaginó que se
refería a la agencia.
Lo primero que encontró fue una carpeta con
el nombre de INICIO. Fue lo primero que decidió revisar, antes de ponerse a
revisar las carpetas que se encontraban en aquél dispositivo.
En el mismo encontró una copia de la carta
que acababa de leer. También encontró información sobre un acuerdo que había
llegado con las fuerzas de inteligencia de su propio país, donde le permitían
salir en este vuelo a cambio de la información que se encontraba en esta tarjeta.
Definitivamente este capitán no debería de haber salido en este vuelo, pero
consiguió un pase por debajo de mesa.
Se demostraba que había enviado solo una
parte de la información que tenía, a cambio de ese pase de salida del país
asiático. Fuera lo que fuera que había encontrado y enviado, fue lo
suficientemente importante para que se empezara a mover las masas y las fuerzas
de los estados unidos.
Decidió continuar revisando los demás
documentos, encontró documentos explicando sobre la propagación de un virus
mortal, al parecer por un medio poco convencional, por contacto con saliva,
sangre, o si el sujeto sano tenía alguna cortada a través del sudor también era
posible.
Los síntomas no tenían que ser muy buscados,
eran los mismos que estaban sufriendo los pasajeros de aquél vuelo en ese
momento, cambiaban ligeramente entre un sujeto y otro, convulsiones, paros
cardiacos, tos sangrante en otros pacientes. Pero el final de la enfermedad
siempre era el mismo: mataba al portador.
Lo más importante de aquellos informes, que
desconocía de donde habían salido, era que después de la muerte del individuo,
este “revivía” con cierto punto de conciencia, donde su único instinto activo
era el de comer y devorar a otras personas. Se desconocía si para continuar
propagándose como virus, o siendo un instinto animal del cerebro que sobrevivía
a la muerte que sufría el individuo.
Ronald, comprendía y aceptaba todo lo que
estaba leyendo, menos la parte donde las personas después de muertas “revivían”
para comerse a los vivos. Aunque sus investigaciones le decían que era una
posibilidad, era algo completamente loco y muy de película de los años 80.
Parecía sacado de un video-juego o de una mala pesadilla de alguien… Una mala
pesadilla propia como la que tuvo hace apenas unas pocas horas ahí mismo sobre
el avión.
Sin embargo al empezar a revisar las otras
carpetas sus ojos no podían creer lo que podía ver. Observaba videos caseros,
al parecer un compendio de videos tomados con celulares encontrados en zonas
donde los “demonios” habían acabado con los pueblerinos, fotos de los
familiares que después de muertos se levantaban, imágenes de personas prendidas
en fuego que continuaban caminando como si no les molestara lo más mínimo el
fuego y continuaran avanzando hasta donde el cuerpo los aguantara para devorar
a otra persona, siendo consumidos por el fuego y la sangre.
Las imágenes era cada una peor que la
anterior. Mostraban la evolución del virus, incluso lo que parecía la
investigación de algún doctor hora a hora con las evoluciones de los pacientes,
pero nuevamente todo se había vuelto a salir de control…
Pudo ver criaturas comiéndose los intestinos
de sus victimas, y ya las consideraba criaturas y no personas, los ojos, sus
cerebros, los corazones, hígados y demás eran especialmente atacados.
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