Hace
10 años.
Un
Pistolero ha Nacido…
Un hermoso y despejado cielo figuraba por la
ventana de aquella aeronave que surcaba los cielos en aquél momento. Los
pasajeros aún se encontraban sentados y con sus cinturones de seguridad
abrochados en sus cinturas, mientras sus cuerpos comenzaban a estabilizarse con
la velocidad de la nave que acababa de despegar del aeropuerto de Shangai.
La fuerza G que “pega” a los pasajeros a sus
asientos durante la aceleración y el despegue comenzaba a soltar sus cuerpos
para darles más libertad. Era una sensación que a él siempre le gustaba sentir
desde pequeño.
La primera vez que experimentó esta fuerza en
su cuerpo fue en una vieja montaña rusa, aquellas montañas con los carritos de
trenes pequeños, donde se lanza a los pasajeros a grandes velocidades a través
de curvas cerradas, y caídas rápidas.
Cada vez que sentía aquella sensación no
venía a su mente la primera vez de una de estas atracciones, sino la primera
vez que recordaba haberse montado en un avión con su madre, era un viaje que
realizaría a Disney World. Conocería a sus personajes de la televisión,
recordaba siempre con cariño y añoranza.
Pero lo que extrañamente le traía ese
recuerdo específico era siempre el olor de los aviones comerciales. Es ese
extraño olor que desprenden los aires acondicionados en su interior
presurizado. Ese olor siempre le traía aquel recuerdo.
La fuerza G solo traía a su memoria las imágenes
de ese primer vuelo, aunque sabía que su papá siempre se la pasaba viajando y
que los encontraría en aquel parque de diversiones, se preguntaba si en el
puesto de piloto se sentiría la misma sensación o simplemente era mas calmado
con alguna especie de seguridad que no tenían los pasajeros.
Un timbre suave sonó, la luz de “mantenga los
cinturones cerrados” se había apagado y se escuchaba al piloto de la nave
hablando en ingles...
- Buenos
días señores pasajeros… Le habla su capitán Sosa. La luz de cinturones ha sido
apagada y hemos alcanzado ya la altura necesaria para nuestro vuelo
internacional con destino a Paris Francia… - Una tos interrumpió por unos segundos la comunicación… - Estaremos
por unas 12 horas de vuelo hasta llegar a nuestro destino el cual en nombre mío
y de la tripulación… - Otro ataque de tos
le interrumpió, aunque esta vez el acceso fue más fuerte y se escuchó con
claridad por el comunicador… - Esperamos que tengan un viaje confortable y
tranquilo… Pero que mier…
La frase no había terminado y se escuchó el
chasquido de la radio al cerrarse. Los pasajeros parecieron preocuparse por un
momento. Y luego el comunicador volvió a sonar en la cabina con los pasajeros.
- Les
habla el copiloto y sub-capitán Vargas. En nombre de toda la tripulación
esperamos que tengan un suave viaje y puedan disfrutar de nuestro destino… AZ
Contreras, por favor acercase a la cabina del piloto, tráiganos agua y un poco
de café. Pueden estar tranquilos todos los pasajeros, el Capitán solo parece
haber pescado un catarro en estas tierras asiáticas.
La comunicación se había vuelto a cerrar, y
una azafata estaba pasando por los pasillos. Aunque poseía una hermosa sonrisa
y su suave cabello dorado suelto, él había sentido algo extraño de que la
llamaran específicamente a ella, que estaba hasta el final del avión, en la
clase económica, teniendo a varias azafatas en el frente y en primera clase.
Algunos pasajeros parecieron también sentirse
un poco incómodos. Al verla avanzar por los pasillos, mientras otras azafatas
comenzaban con su caminata por los pasillos para tomar las órdenes de los
pasajeros, y verificar que todo estuviera en orden. Tal vez no fuera nada, pero
sus años de práctica en su trabajo lo habían enseñado a estar alerta ante todas
las señales de que algo podía estar pasando.
Aunque su pasaporte estaba marcado como una
visita de “trabajo y placer” la verdad es que había sido puro trabajo lo que
había conseguido en aquella ciudad. Estaba investigando una serie de extrañas
denuncias que se tenían de los informantes desde esta parte del mundo.
En su oficina le habían indicado que no
tendría mayores inconvenientes, y así fue… Exceptuando por un que otro día
donde la acción fue muy alta para una misión de incógnito, todo había sido
sumamente normal en la ciudad de Shangai y en las ciudades pequeñas de los
campos que estuvo investigando.
Una azafata de la aeronave se acercó a él, lo
miró con una sonrisa y la reconoció inmediatamente del personal que estaba en
la entrada del avión. Ella sabía quien era y cual era su trabajo, le trajo un
vaso con Whisky y hielo, no era la primera vez que se veían, y mientras se lo
entregaba le dijo en tono normal y algo bajo:
- Tranquilo
Ronald, el capitán tiene algo de tos, y estuvieron a punto de cambiarlo o
cancelar el vuelo, pero él estaba seguro que podría llegar a Francia, que no
tendría inconvenientes. Las pruebas que se le realizaron antes de comenzar el
viaje no mostraron nada extraño en su sangre, no había tomado antialérgicos,
drogas o medicamentos que pudieran afectar sus capacidades, por lo que se le
permitió hacer este vuelo, pero solo si venía con 2 ayudantes en vez de uno…
Nuestro
capitán es un hombre muy terco y en la compañía ya lo conocen, por lo que
sabían que no lo podrían hacer cambiar de parecer si las pruebas salía
“limpio”, y con el retraso que ya presentaba el vuelo no le dieron más vueltas
y lo mandaron.
- Me
gustaría verlo en algún momento del vuelo. Tendremos varias horas así que
podría ser cuando esté disponible para una visita, de ser como dices ¿no tendrá
inconvenientes verdad? – Le había
respondido Ronald en un tono calmado y pausible. Sentía el olor de aquel
delicioso Whisky escoses 24 años.
- Seguro…
- Respondía ella con una hermosa sonrisa
que para él era muy especial. Ya la había visto sonreír… Aunque por razones
completamente privadas y llenas de placer. – Voy inmediatamente a informar
en la cabina para que en cuanto tengan disponibilidad puedas ir a ver al
capitán y a la tripulación.
En ese momento volvió a sonar el comunicador
de la nave para que todos los pasajeros pudieran escuchar la voz de la chica
que había ido a ver al capitán.
- Buenas
tardes señores pasajeros… En estos momentos nos encontramos a una altura de…
Ronald conocía lo que continuaría y se
concentró en el tono de voz de la azafata que hablaba por los comunicadores,
prestando principal atención en su modulación de la voz. Se le notaba un dejo
de nerviosismo, pero no parecía ser demasiado aterrador. Su mente comenzaba a
tomar idea de posibles situaciones, el avión podría haber sido tomado por grupos
terroristas con los pasajeros como rehenes, tal vez ya tenían una bomba arriba
de la nave o algo parecido.
Volteó a ver a la azafata mientras se iba por
el pasillo, le siseó y esta volteó a verlo al instante, como si hubiera
esperado que él lo hiciera en algún momento mientras se retiraba. El levantó su
brazo izquierdo mostrando un hermoso reloj, no era un reloj de marca o uno muy
caro sueco, pero se veía que aunque su correa era metálica para pasar por un
reloj ejecutivo, la pantalla era digital y podía controlar diferentes funciones
al mismo tiempo.
Con dos dedos de la mano derecha señaló el
reloj, como preguntando que hora era, o que se recordara de la hora. La chica
ya conocía ese gesto en él, pidiendo que no tardara mucho, asintió levemente
con la cabeza y continuó caminando a las secciones delanteras de la nave.
No quería encontrarse con otro secuestro de
aeronave como el que se había presentado hace unos días…
Recordaba como las noticias informaban que
una nave transcontinental había caído y se había estrellado en el océano, luego
de salir del aeropuerto de Shangai, al parecer había sido tomado a la fuerza
por algún grupo de pasajeros. La caja negra ya había sido recuperada pero la
información que contenía en la radio no fue publicada a los medios.
El tenía la información gracias a su agencia,
ya que el caso era investigado por varios países aunque ninguno había dado
declaraciones de lo que habían escuchado. El último grabado en las radios fue el
capitán pidiendo ayuda a gritos, porque los pasajeros se habían “levantado” y
en palabras textuales que no se había podido comprender todavía decía “Por Dios
se están levantando, todos se están levantando…” fuera lo que fuera que
significaran aquellas palabras, y “están atacando a los demás, no con armas,
sino con los dientes para comerse a los demás pasajeros, azafatas y todo quien
se les interponga” esto tampoco tenía mucho sentido para muchos, aunque Ronald
tenía cierta sospecha pero si la informaba a la agencia lo podrían tildar de
loco, habían lastimado al Teniente que lo acompañaba en el vuelo, continuaba
informando el capitán en la grabación, auque logró atrancar la puerta sin que
entrara más nadie.
Su teniente perdía mucha sangre y había caído
desmayado o en shock, no podía tomarle los signos vitales puesto que mientras
defendían la cabina, habían golpeado y dañado parte del panel y el piloto
automático no respondía (cosa que se validó con los datos de la caja negra),
luego de un momento el capitán decía que su compañero se levantaba, no sabía
como pero se levantaba también, empezó a dirigir las palabras a él, pidiéndole
que no lo hiciera, que se alejara, que pensara en su esposa he hijos…
La última parte de esa grabación, eran solo
gritos de dolor y como si algo se desgarrara, mientras las alarmas de la
aeronave sonaban y pitaban, una voz femenina indicaba sistemáticamente “Up, Up,
Up” es decir que tenían una perdida de altura y que debían elevarse... Pero
solo se escuchó el golpe contra el agua y como todo quedó en silencio.
Los restos de la nave fueron encontrados
rápidamente, puesto que el avión cayó medianamente cerca de otro vuelo
comercial que los vieron cayendo al mar he informaron sus coordenadas
inmediatamente. Ningún cuerpo fue recuperado de aquél accidente. Por extraño
que parezca nadie se puso los salvavidas, nadie sobrevivió, y ningún cuerpo
flotó o se quedó atrapado dentro de los restos de la nave y nadie podía
explicar donde estaban los cuerpos.
Aprovechó de sacar su lapto personal, aquél
equipo que le habían proporcionado en las oficinas de su compañía, aquella
donde podía ingresar con facilidad su arma reglamentaria por los aeropuertos, y
zonas portuarias sin problemas gracias al compartimiento especial que le habían
hecho los técnicos.
Claro, el personal de la nave siempre recibía
una comunicación por adelantado con los papeles en regla y toda la información
que podrían necesitar para reconocer al agente de la agencia en sus viajes, y
que cuando vieran el arma dentro del equipo en la revisión de equipaje con las radiografías
no le prestaran atención o por lo menos no lo detuvieran para interrogarlo más
de lo necesario. Lo apartaban en silencio, solicitaban los papeles, se
validaban contra lo enviado oficialmente y listo.
Solo el capitán y una azafata conocían donde
se sentaría el agente que enviaban en el avión, y quien era el mismo. El resto
de pasajeros, Sub-Capitán, azafatas y demás personas que pudieran estar en la
nave desconocían que tenían a un agente secreto de los Estados Unidos viajando
con ellos.
Sus puestos de al lado estaban ocupados por
dos niños asiáticos. El que estaba más cerca tendría unos 7 años, y a su lado
una niña que parecía ser la hermanita de 4 años estaba sentada abrazando
fuertemente su muñeca que no soltaba, a pesar de estar al lado de la ventana no
se asomaba por ella como normalmente hacen los niños pequeños durante los
vuelos, y su hermosa muñeca con el vestido blanco con manchitas rojas no se
despegaba de su pecho, como si estuviera escuchando los pequeños latidos de su
corazón.
Había notado en el rostro de la niña, desde
el momento que se habían sentado, que estaba muy asustada. Pensó que sería su
primer viaje. Y por un momento pensó que el niño a su lado estaría todo el
tiempo sobre él, interrumpiéndolo para intentar de ver a los padres que estaban
al otro lado o le estaría preguntando sobre la lapto y los programas.
Sin embargo el niño tenía una mirada triste,
larga y vacía. No estaba seguro si sería su color normal, pero le parecía que
para ser un asiático estaba más pálido de la media común. Y mira si poco a poco
se fue acostumbrando a encontrar esas pequeñas y ligeras diferencias en los
rostros de los asiáticos después de esos días en su país de origen.
Quiso hacer un aprueba con el niño, le habló
en ingles preguntándole si se sentía bien o si quería ver los programas que
tenía, con una sonrisa y en un gesto como diciendo “Hey… no temas… todo estará
bien…”
El niño no contestó, solo volteó a verlo a
los ojos, su expresión facial no denotaba absolutamente ningún sentimiento que
pudiera reconocer en aquél momento, como alegría, odio, rabia, miedo o algo por
el estilo… Solo se le veía fatiga y cansancio. Los ojos un poco rojos, las
mejillas encendidas en rojo, su piel no era “amarrilla” como les decían algunas
veces, sino más bien era una piel gris y pálida, incluso más blanca que la de
él mismo.
Bajó de nuevo su mirada al frente, pegó su
cabeza al asiento y cerró los ojos como para descansar. Ronald Volteó a ver a
los padres que se encontraban a su izquierda, en los asientos centrales del
avión. Ambos tenían los ojos cerrados y parecía como si hubieran caído desmayados
del cansancio, aprovechándose que los niños no estaban a su lado para
despertarlos.
Él encendió con confianza su lapto, y comenzó
a ojear un poco los archivos, las imágenes que había recolectado, la
información que había recabado en aquellos días de trabajo en aquellas ciudades
rurales que se encontraban lejos de Shangai…
Quiso aprovechar aquél tiempo de vuelo que
tendrían para repasar los detalles de la misión que le enviaron y luego
reorganizar las cosas que había conseguido. Aunque el gobierno Chino mantenía
un completo hermetismo informativo, el estar aquí le fue sumamente útil para
corroborar la información que les había llegado desde fuentes y espías que
tenían constantemente en suelo extranjero.
Su misión original era el de localizar las
principales fuentes de trafico de órganos que se estaban dando las últimas
semanas desde esta parte de China. El tráfico de órganos siempre había sido un
problema, y uno de los principales países de donde provenían los órganos del
mercado negro siempre había sido de China. Pero los últimos días y semanas se
había desbordado.
Muchas personas con el dinero suficiente para
pagar por un órgano del mercado negro tenían que conseguir sus contactos en ese
país. Corazones, corneas, hígados, riñones, casi cualquier parte que pudiera
ser de utilidad para estos tráficos podía ser conseguido por estos medios desde
estos países asiáticos.
Eso siempre lo habían sabido, pero las
operaciones se hacían de manera tan clandestina, y se ocultaban tan bien que se
les había hecho sumamente difícil seguir los rastros, puesto que se
desaparecían casi con la misma facilidad que una hoja es movida por el viento.
Sin embargo, y por algún golpe de suerte o
errores de alguien nuevo en el negocio, las últimas semanas se habían logrado
capturar y detener varios cargamentos de órganos del mercado negro ingresando
en Brasil, Argentina, Venezuela, Colombia, México, Cuba y Estados Unidos entre
otros países.
Alguien se estaba volviendo descuidado en el
origen, y esto les estaba ayudando a seguir un rastro tan fácil que no creían
que fuera real, sino posiblemente una trampa. Alguna emboscada, o querían dañar
la imagen de las agencias que perseguían a estas organizaciones.
Empezaron las investigaciones por algunos
compañeros. Desaparecieron mientras realizaban sus investigaciones, no sin
antes informar que estaban encontrando que no era tanto descuidos de alguien
nuevo en el mercado negro, sino que actualmente estaban presentando una
cantidad enorme de “materia prima para exportar y vender” que les permitía
darse el lujo de perder algún órgano en el camino sin que representara grandes
perdidas.
Se sabía que estas “fuentes de materia prima”
estaban en el interior del país, pero siempre que se buscaba la fuente por
parte de los informantes, estos desaparecían sin llegar a conocerse más nada de
los mismos.
Así que lo enviaron a él, Ronald Deadborn,
del estado de Texas, el menos indicado para ir a un país asiático y pasar
desapercibido entre los locales. Pero era precisamente lo que querían, que no
fuera desapercibido, y el líder supiera que lo estaban siguiendo.
Era una doble jugada de parte de la agencia,
puesto que Ronald tenía un transmisor en su cuerpo que indicaba su posición a
los satélites espías en todo momento y continuaría activo durante los próximos
meses. Si era capturado dejando de dar su reporte diario inmediatamente
enviarían a un escuadrón a buscarlo en cualquier parte del planeta que estuviera
o que el transmisor enviara la última señal capturada.
Sin embargo Ronald no había sido secuestrado,
no había sido capturado por el enemigo, Ronald no había podido encontrar al
responsable de sus actuales pesadillas…
El había viajado al interior del país, donde
informantes locales le habían indicado de “demonios destructores de pueblos”,
en la radio y la prensa local se hablaba de la “Venida del Infierno” para
castigar a los infieles. La gente estaba desapareciendo en el interior, pero
quienes formulaban las denuncias eran desaparecidos el día siguiente, y el
bloqueo a Internet no tardó mucho en llegar.
Si normalmente este país ya poseía grandes
bloqueos de la red. Por los medios locales era imposible entrar o salir a
ninguna red que no fuera interna al país. Las llamadas desde equipos locales,
celulares, computadoras o cualquier medio, así como mensajes de texto, correos
u otros parecían estar siendo monitorizados en todo momento.
En una oportunidad el gobierno le decomisó el
disco duro de su maquina “Por investigaciones” cuando fue detenido en Shangai y
vieron sus papeles de extranjero. En la embajada norteamericana no se enteraron
de este inconveniente. Sino al día siguiente cuando la agencia informó a la
misma que uno de los suyos no se había reportado a la hora correspondiente y su
posición en aquél momento era una comisaría de Shangai. Unas horas después ya
estaba de nuevo en las calles, pero sin el disco duro de su lapto.
Agradeció a Dios por guardar toda la
información importante encriptada en un disco externo que no le decomisaron,
(tal vez porque no lo encontraron), y que tenía un disco duro de repuesto listo
para ser ingresado en la lapto y continuar con su trabajo sin mayores
contratiempos.
No podía arriesgarse a enviar la información estando
aún en territorio asiático, esperaría que el avión estuviera sobre territorio
internacional para conectarse directamente a los satélites y enviar sus
informes, por lo que estaba revisándolos cuidadosamente.
Por un momento le vino a la mente uno de esos
recuerdos. Eran horribles, las imágenes que había tomado y se encontraban en el
portátil, eran escalofriantes. Cerró los ojos para intentar de recordar cada
detalle.
En su mente comenzó de nuevo a observar aquél
último viaje. Había tenido que pagar el triple a un conductor de un vehículo
todoterreno, para que lo llevara a una villa que se conocía que en la noche
anterior se había perdido comunicación.
De hecho, la comunicación la perdió mientras
enviaba mensajes de textos con su contacto. Apenas unos días antes habían
arrasado otro pequeño pueblo agricultor cerca de ese donde estaba el contacto,
y tenía miedo.
Decía que podían escuchar “a los demonios”
arrastrarse, gritar y gemir en la oscura selva. Su último mensaje decía que
estaba escuchando gritos y que saldría a ver que pasaría. Después solo
silencio.
Primero dejó de responder los mensajes,
Ronald le había enviado varios de ellos, y sin embargo no obtuvo respuesta en
ninguno. Decidió llamar para ver si se había quedado dormido, (lo cual dudaba
enormemente ante el estado de nerviosismo que estaba demostrando aquél pobre
hombre en sus mensajes) o si se había agotado por completo la batería del
equipo que le había dicho que tenía conectado en ese momento para recargar y
por eso no podía llevárselo a investigar.
No sabía que pensar. A primera hora de la
mañana buscó información en la comisaría. Se veía mucho movimiento, y ya lo
conocían por lo que no le dieron muchos problemas. Sin embargo lo único que le
informaron es que no había ningún reporte de nada extraño la noche anterior, ni
de ataques de “los rebeldes y terroristas” como trataban las fuerzas del orden
a aquellos “demonios”.
No quedó convencido, y cuando estaba saliendo
un hombre que se encontraba esposado a un asiento se comunicó con él… Le pidió
que lo ayudara a que lo soltaran, y a cambio le daría la información que había
escuchado durante toda la noche que estuvo ahí…
Ronald lo pensó… Cuando observó con más
detenimiento a aquel hombre asiático, notó que tenía varios moretones, no tenía
olor a alcohol y de seguro estaba ahí por alguna pelea. Se acercó a un oficial
y preguntó porque tenían a ese sujeto amarrado.
La única respuesta que le dieron es que había
tenido una pelea la noche anterior, no le dieron razón. Para buscar sacar más información
les dijo que era un conocido, que quería saber exactamente que había pasado. En
ese instante la actitud de los hombres volvió a cambiar al responderle.
- Si es amigo suyo lléveselo… No fue nada del
otro mundo lo que ocurrió y en este momento tenemos cosas mas importantes que
estar pendiente de una pelea por cuestiones domesticas…
Ronald se dio la vuelta, levantó a aquél
hombre para que le quitaran las esposas y se fueron juntos… El le había
explicado que lo habían apresado porque se metió a defender a una vecina que le
gustaba mucho y le parecía una mujer hermosa, pero que su esposo se la pasaba
golpeándola… Claro está él tenía las de perder con las leyes de aquél país.
Ronald no le interesaba más detalles de
aquella discusión, solo le interesaba conocer que había escuchado durante su
estadía en la estación.
La historia le asombró un poco… La policía le
estaba ocultando información. Le explicó que estaban nerviosos porque habían
perdido contacto con una comisaría de un pequeño pueblo del interior. La noche
antes de perder el contacto con la misma estaba solicitando ayuda, informando
que estaban siendo atacados por Shinigamis.
Ronald conocía un poco de leyendas locales,
había tenido que investigar un poco para conocer a que llamaban ellos demonios,
pero los Shinigamis no son demonios… Son los Dioses de la muerte. Y es ahí
donde caía la principal pregunta: ¿por qué informarían que estaban siendo
atacados por Shinigamis y no por demonios como las demás aldeas?
Cayó en cuenta rápidamente que ese pequeño
pueblo del que se hablaba era donde se encontraba su siguiente contacto. Esa
mañana tenía que llegar hasta allá y juntos irían a revisar las ruinas de otro
pueblo pequeño que había desaparecido apenas un par de días antes.
Cuando fue hasta su transporte que lo
llevaría, este le informó que no lo llevaría porque ese lugar ya no existía,
que habían llegado algunas personas de ese lugar al amanecer, informando que
los Demonios y los Dioses se peleaban por las almas de quienes ahí vivían sin
dejar a ninguno vivo.
Tenía mucho miedo, por lo que tuvo que pagar
el triple de lo normal, pero al final lo llevaron.
Cuando llegaron al pequeño pueblo, (después
de sortear a un par de alcabalas en el camino que no les querían dejar pasar y
tuvieron que atravesar por medio del campo donde no los vieran, pagando el
extra correspondiente por cada uno de ellos), la visión que tuvo Ronald era
desconcertante…
Se podía ver algunas casas pequeñas
quemándose, en ese rincón apenas si tenían líneas telefónicas y tendido eléctrico.
Las casas parecían estar hechas de barro o lodo, la tecnología era poca
comparada con las grandes ciudades que estaba acostumbrado.
Lo mas extraño de todo es que no se podía
observar ni un solo cuerpo de una persona muerta. Todo el lugar estaba rodeado
y lleno de militares, oficiales de policía y personas de civil. Todo el que se
encontraba en el lugar tenía como mínimo una mascara antigas.
Ronald temía que algún agente químico
estuviera suelto en aquél momento. Tal vez los ataques de “los demonios” eran
solo una farsa para enmascarar pruebas de algún arma, o de algún químico que
estuvieran desarrollando… ¿Pero quien? Era la pregunta… ¿Terroristas, el
gobierno?...
Ahí no tendría respuestas. Tenía que
acercarse. El hombre que lo había traído se había quedado en el vehículo, no lo
acompañaría y estaba casi seguro que a la menor señal de algún peligro lo
dejaría ahí botado.
Una extraña neblina, producto al parecer del
rocío de la noche evaporándose con el calor del sol de la mañana comenzó a
cubrir la zona. Eso sería perfecto para poder buscar ingresar en la zona sin
que lo vieran mientras buscaba información.
Era algo muy común para una zona que se
encontraba al lado de una selva. Se movió con suavidad por el terreno, después
pensaría como salir si lo abandonaban, ahorita solo tenía que pensar en que no
lo encontraran y alcanzar la mayor cantidad de información posible.
Caminó entre varias de las chozas, las
pequeñas casas, entre las sombras… No había visto aún ningún cuerpo, sin
embargo tuvo que haber una fuerte pelea en el lugar ya que el suelo de todo el
lugar estaba lleno de sangre.
La sangre seca y de un color como el cobre
oxidado, cubría casi todo el suelo. Un olor entre lo dulzón, y a pudrición se
combinaba en el aire. Intentaría llegar más al centro, donde seguro estaba el
comando central. No sabía exactamente que esperar en aquella incursión y por un
momento se le olvidó porqué estaba en ese lugar. Era una sensación extraña que
corría por su cuerpo.
Se preguntó si el rocío no estaría liberando
de nuevo el agente químico por el que los soldados se cubrían las caras.
Entre la espesa y oscura niebla que ya cubría
las calles de ese pequeño pueblo pudo observar dos figuras tambaleantes
acercándose a donde él estaba, estaba en medio de la calle en ese instante
tomándolo desprevenido.
Retrocedió un par de pasos y chocó con algo
duro, grande y frío a su espalda. Al volteó a ver qué era y observó una de las
camionetas militares. Debió de perder la orientación en algún momento porque
parecía estar en medio de la ciudad a pesar de haber dado apenas unos pocos
pasos.
No pensó mucho más, se lanzó pecho al suelo y
rodó bajo aquél inmenso vehículo. Por suerte las personas que se le acercaban
no parecían haberlo visto, cuando pasaban por un lado del vehículo, observando
sus piernas, pudo notar que el final de sus pantalones estaban llenos de
sangres y parecían rotos en gironés.
No pudo notar si eran militares o civiles
puesto que también tenían mucho barro encima y los zapatos juraría que no los
tenían puestos. Se alejó un poco de la orilla del vehículo por donde pasaban
aquellas personas y al voltear tuvo que contener un grito…
Frente a su cara tenía un cuerpo despedazado,
o lo que parecía ser los restos de un cuerpo. Le faltaba los brazos como si los
hubieran arrancado, en el cuello brotaba los huesos de la columna vertebral que
debían estar unidos a un cráneo que ya no se encontraba en su lugar. La zona
abdominal estaba abierta de par en par, con las tripas saliendo como si lo
hubieran abierto rápidamente para sacarle los órganos y salir de ahí corriendo.
El saber que la sangre sobre la que estaba
rodando era la de aquél cuerpo le dio ganas de vomitar… se arrastró para salir
del vehículo, y vomitó el desayuno que había tomado antes de tomar aquél viaje.
Observó que no tenía a nadie cerca, la calle
parecía de nuevo vacía en medio de toda aquella niebla que no permitía ver más
allá de un par de metros. Y buscó continuar con su camino al centro en búsqueda
de lo que fuera que pasara en aquél lugar.
Le parecía extraño no ver a más nadie en la
calle, el camino se le había hecho sumamente tranquilo, solitario y silencioso.
Pudo ver una casa que parecía ser donde
habían montado el centro de control. En la puerta se veían las marcas de sangre
aún frescas de lo que había ocurrido en la noche. Tal vez la neblina las había
vuelto a humedecer sin permitirles secarse por completo.
No había guardias, no había nadie en el
lugar. Aprovechó y con cuidado entró en la pequeña casa. Un olor a mierda y
pudrición lo golpeó apenas pasaba el umbral. Se tapó inmediatamente con el
brazo para intentar de rebajar aquél olor desagradable, mientras se quitaba de
la cabeza la imagen del cuerpo mutilado.
Caminó por un pequeño pasillo a lo que
parecía ser una sala. Escuchó sonidos extraños, como de risas y personas
comiendo. Pero no se escuchaban cubiertos, aquí no los usaban, aquí usaban
palitos para comer, aún así reconocía el sonido de la carne masticándose, como
si se rieran mientras comen, con la boca abierta.
Intentó de quedarse un momento en silencio a
un lado de la entrada para intentar de escuchar si hablaban o decían algo de lo
que había ocurrido, pero solo se les escuchaba masticar, gemir mientras
saboreaban la comida, y disfrutar aquél almuerzo.
Decidió intentar entrar, o acercarse un poco
más. Tal vez lo descubrirían pero ya estaba seguro que no tendría transporte
para salir de aquél lugar. En la agencia sabían que él estaría esa mañana en
aquél pueblo y cualquier cosa podrían enviarle ayuda.
Al pasar el marco de la puerta, cayó en
cuenta de algo que no había pensado, “¿Como podían estar comiendo
tranquilamente en medio de aquel olor a mierda, a alimentos podridos, carne
rancia y sangre?”
Demasiado tarde había pensado en ese detalle.
Ya los tenía ahí frente a él. Pero no había mesa, no había comedor, una tenue
luz que parecía venir apenas de una linterna en un mesón lateral iluminaba
suavemente la estancia…
La neblina comenzó a disiparse casi al mismo
tiempo que su mente se despejaba de las dudas ante lo que ocurría en ese lugar.
Pudo ver como un grupo de aldeanos, llenos de sangre, con heridas mortales, se
estaban devorando en el suelo a los militares y oficiales que se suponía habían
llegado esa mañana al lugar.
No podía contener el horror en su mirada,
sintió como su corazón se aceleraba, se giró para salir de ese lugar corriendo,
no comprendía la razón de ser de aquella masacre que se estaba presentando en
aquél lugar.
Pero al voltearse se encontró con el hombre
de la cárcel, se encontraba destruido físicamente, su ropa estaba llena de
sangre y putrefacción, de su rostro colgaba placidamente el ojo izquierdo a la
altura de su nariz, sujeto únicamente por un nervio óptico. Su boca abierta en
una sonrisa llena de sangre y carne humana se abalanzaba sobre Ronald sin dejarle
escapatoria.
Abrió los ojos de golpe, era solo otra
pesadilla. Otra pesadilla infundada… Nunca había visto a una criatura de ese
tipo, solamente en las películas de muertos vivientes. Pero las leyendas
hablaban de Dioses de la muerte, hablaban de los muertos que podían caminar, y
el mismo libro del Apocalipsis en la
Biblia hablaba de ello…
Los Lugareños le habían contado muchos
cuentos de estas criaturas, que eran los demonios que estaban destruyendo las
aldeas… Las imágenes, las leyendas y sus pesadillas se habían estado juntando
mucho.
Bajó la mirada al equipo, se había quedado
dormido sobre una de las imágenes más horribles de los descuartizamientos que
había presenciado en aquellos pueblos del interior del país. Esas horribles
imágenes, las escenas de destrucción, los cadáveres sin cabezas, con partes del
cuerpo en el suelo, órganos faltantes y los cuentos de los pueblerinos habían
destruido su temple…
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